Los Portales

Caminábamos cuesta abajo,
el viento frenando los latidos de angustia,
la certeza de sus palabras, sus
pasos delgados, unos ojos contentos.

Agarrados de la mano,
descansamos en todos los portales,
la búsqueda con sus labios,
la falsa negación de los míos,
el beso interrumpido por tu risa,
mi enojo desvanecido por sus fuerzas,
el portal como testigo, los portales
como refugios.

La tentación de las farolas,
iluminaban nuestra llegada a
escalerillas de mármol, a rejillas
de acero, al niño custodiado por su madre.
Siempre en los portales, altos y bajos,
en aquella noche morada,
con rumbo cuesta abajo.

Flotando por las calles evadimos el horizonte,
pero la montaña crecía con ansias, el
alivio giraba sin pausas, y la tormenta
de su risa atravesada.

No pudimos burlar portales.
Ni vicios ni vergüenzas.
Salpicamos armonía, soñamos dulzura,
surgían besos, y los ojos contentos.

Pretendimos olvidar el camino y perdernos.
Con locura lo anhelamos, pero
como estrellas reposando por doquier,
se hallaban infinitos portales cuesta abajo.

Le negué mi rostro, me empujó con violencia,
tomé bruscamente sus manos y la aparté.
Insistió con su ángel,
el olor a castañas, el ruido silencioso
de la majestuosa montaña.



No me dejé seducir aunque quería.
Me alejé con infinita dulzura y
permití que sus brazos me alcanzaran.
Me ahogué en su cabellera, entre sus brazos,
sintiendo sus pechos con fuerza aprisionarme.
Me dejé llevar cuesta abajo.
Nos besamos en los portales que quedaban.

Su risa, su belleza, el momento,
la graciosa ruta empedernida,
exhalé mis angustias, y su mirada contestaba
muerta de risa, sus ojos contentos.

Nos acariciamos las manos, con ternura
surgió un sutil abrazo que el viento nunca separó.
Junto a la sombra de la luna fuimos cuesta abajo,
menos aturdidos, mucho más livianos,
por todos los portales, en todos los portales,
a diestra y siniestra,
en cada uno de ellos cuesta abajo.

- Max.