Club Literario de Miami

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Saturday, April 21, 2007

El Monstruo

Terminaron las 12 horas de luz habituales y por fin se abrieron las puertas de todas las casas de la aldea. El sol se había prácticamente ocultado, tan solo quedaban los últimos rayos que se escurrían entre las ramas del bosque que rodeaban los caminos del pueblo. Tímidamente, con pasos cautelosos todos los vecinos salían lentamente de sus casas mirando hacia sus alrededores con preocupación, asegurándose que el peligro había pasado.

Las costumbres del pueblo no habían variado por los últimos 600 años. La vida era nocturna, nadie salía de casa durante las horas de sol. Tan solo los más valientes se atrevían a salir unos minutos el medio día, cuando el sol estaba en lo más alto y golpeaba los árboles del bosque en la copa. A esa hora, decían los más ancianos, no había peligro, pero ese espacio de tiempo era muy corto. Todos los habitantes de pueblo tenían las mismas características. Eran blancos de piel y sus ojos claros habían desarrollado la habilidad de ver en la oscuridad. En la oscuridad de la noche no distinguían los colores pero eran suficientemente agudos para distinguir los bultos y moverse por los caminos del bosque sin toparse con nada.

Cuentan los más viejos del lugar que años atrás un joven era diferente a los demás, con piel marrón y pelo negro, él podía pasear a plena luz del día y el monstruo del sol no le atacaba. Era aun más diferente ya que carecía de la habilidad natural de sus vecinos de ver en la noche, por lo que pasaba las horas de oscuridad encerrado en casa mientras los demás hacían su vida y vagabundeaba a solas durante el día mientras el resto dormía. Todos hablaban de su inminente muerte a manos de la criatura. Las apuestas aumentaban día tras día al ver que pasaban las horas de sol y el chico regresaba a casa sin un rasguño.

Algunos le advertían contándole la historia de los dos pastores quienes una mañana de invierno temprano regresaban a casa con el ganado y fueron sorprendidos por el monstruo del sol. Se habían quedado dormidos a la entrada de la cueva de la colina y el tiempo se les había echado encima. El sol ya rondaba el cielo durante 20 minutos y los rayos poco a poco iban despertando su criatura, mientras los dos pastores corrían camino abajo dejando sus ovejas olvidadas. Los dos cargaban su escopeta de cañón corto mientras el ruido de la criatura aumentaba entre la arboleda. Temblorosos decidieron parar al pie de la fuente a tomar aire y pensar como iban a escapar del monstruo. Ya había una hora de sol en todo el bosque y no veían por donde huirle a la muerte. Se detuvieron a escuchar y creyeron haber despistado a la criatura pues no sonaban más ramas en el bosque. Continuaron caminando, ya no estaban lejos de casa, pero eran conscientes del peligro que corrían. Los dos avanzaban despacio y la criatura lo hacia igual, al acecho de los pastores y sus cañones. Entonces uno de ellos se giró y soltó un grito que escucho todo el pueblo. Había visto la criatura entre los árboles del bosque mirándole fijamente a los ojos. Medía más de 8 metros de altura y parecía conocer los movimientos de los dos pastores. Al girarse el otro pastor se dio cuenta que iba a ser difícil escapar, pues no había una sola criatura sino dos. Vaciaron los cañones a puntando a todas las direcciones pero los cartuchos de los monstruos fueron más rápidos y los dos pastores cayeron al suelo si esperanza de vida.

Tras aquel trágico día, ni siquiera los más valientes se atrevieron a salir a la calle en las horas de sol exceptuando el joven de piel oscura. Él era diferente, había librado la muerte que muchos daban por asegurada en varias ocasiones, y a partir de un día de verano siempre regresó a casa diciendo que los monstruos eran inofensivos. En esa ocasión paseaba por el camino principal del bosque a la sexta hora de sol y escuchó al monstruo seguirlo de cerca. Lo miró con el rabo del ojo y en efecto, ahí estaba entre los árboles con más de seis metros de altura y con la mirada puesta en el joven. Salió corriendo camino abajo mientras la criatura lo seguía de cerca sorteando árboles, arbustos y piedras en el camino. Cómo podría el monstruo correr tan rápido por el bosque como el joven lo hacía por el camino. Cansado de correr, pasó por la puerta de un vecino y consiguió hacerse de un hacha para defenderse de la criatura, era hora de enfrentarse a sus miedos ya que no podía seguir corriendo hasta la puesta del sol. Se detuvo entre unos arbustos y el monstruo se detuvo enfrente de él. Sin pensarlo, el joven levantó su hacha y lanzó un golpe secó hacía la criatura pero no consiguió golpear más que un árbol que se encontraba a un escaso metro de él. Le pareció extraño el movimiento de la criatura, pues a la vez que el joven levantó el hacha, el monstruo del sol hizo lo mismo pero sin herir al valiente aldeano. Este dio un paso a la derecha y el monstruo le siguió, se movió a la izquierda y el monstruo repitió el movimiento.

Las horas avanzaron y el joven no paró de saltar, bailar, mover los brazos, las piernas al compás de una música que no existía pero que el monstruo parecía también escuchar.

Pasaron las horas y vio como el sol se iba escondiendo y el monstruo se iba debilitando. El último rayo de sol se apagó y el joven se despidió de la criatura, ahora inofensiva, hasta la mañana siguiente donde continuaron sus vidas inseparables.

Joaquín Duro

1 Comments:

Blogger RadioNegra said...

Me parece genial la idea ... Me encantan este tipo de historias que podriamos llamar de "semi-ficcion "

Es una ficcion con explicacion ( como Scooby Doo ! )

Hay una peli interesante que toca este tema " the village " ..

8:00 AM  

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