Club Literario de Miami

Un lugar para la nueva literatura en Español

Tuesday, November 27, 2007

Aunque me hayas olvidado y alguna vez olvidado

Aunque me hayas olvidado y alguna vez olvidado.

Que extraño,

El mismo suelo en la distancia,
Hemos de ser parte de la vida.

O si camine los días y las noches,
Ya no podría contener mi parcela de arena.

Fue el costo del acceso hacia la cima de belén; que
Del ensueño no volverías a disecar otro corazón.

De un salto hacia otro lado así confluimos.
Del aire tomo el verde jade…

Pero lo que atraviesa a la idea es la idea de amar.

~ Carlos

Sunday, November 18, 2007

El Deseo

Es de madrugada. Sopla un viento de invierno insoportable penetrando por los vidrios de la ventana entrando en el cuarto sin piedad. Siento su presencia como lo ha hecho en los últimos meses cada vez con más intensidad, sobre todo en horas que los demonios utilizan para burlar a la santísima trinidad. Quiero rezar pero hace más de 6 años no lo hago por que creo que a Dios no se debe arrullar sino conversar. Me pongo a pensar en Jesús crucificado en la cruz, pero recuerdo que fue un hombre como nosotros con una filosofía de humildad y amor. No me puedo mover, siento su peso en el pecho que no me deja respirar bien; le quiero ver la cara pero no se deja, pero a la vez no se la quiero ver porque no resistiría la impresión de ver un demonio en la tierra tratando de regresar al infierno.

Todo comenzó cuando busque a Paola una noche de verano que regrese a la capital después de un año de aventuras por la región selvática, me hospede a dos cuadras de su edificio y aproveche para caminar por el barrio donde llegue por primera vez como un adolescente en busca de aventuras y ahora era todo un profesional de mil batallas. Pregunte por ella, pero el portero me dijo que no sabia quien la estaba llamando, que iba a bajar para ver que se me ofrecía.
-Hola, perdón que no te haya mandado a pasar pero no me sonó tu nombre.-dijo y se me quedo viendo fijamente para ver si me reconocía-¿Carlos verdad?
-No te culpo porque mi madre tampoco me reconoció cuando la fui a visitar-dije, tenia un cabello largo y una barba muy espesa. -Además tenia que haber dicho que te buscaba Andrés.
-Hola, no te reconocí además no recibo visitas hace mucho tiempo a estas horas de la noche-dijo haciendo una expresión de sorprendida-pasa no te quedes ahí Jesús Cristo.
Apenas entre a su apartamento me di cuenta que las cosas no estaban bien, me sentía incómodo, con ganas de salir y no regresar jamás, iniciamos hablando de los amigos que se habían casado, los que habían salido del país, los que habían regresados a sus provincias y de los que nos habían dejado sin decir adiós.
-¿Que piensas hacer en este tiempo?-me pregunto.
-Pienso arreglar todo para irme del país-dije, sabiendo todo lo que se venia venir-Pero todo sea por alcanzar mis sueños.-le pregunte-¿Qué hay de tu vida?
Se quedo pensando un rato y me dijo-Tendría que contártelo todo desde el principio para que me pudieras entender- no hablamos mas del tema y me ofreció uno de los cuartos de su apartamento para que me quedara el tiempo que fuera necesario, acepte sin objeción mas por necesidad que por voluntad.

Al principio me di cuenta que Paola estaba muy delgada, con los ojos hinchados, sin la sonrisa que le conocí unos cuantos años atrás en sus primeros años de carrera, no tenia amistades, no hablaba con la familia y no estaba involucrada con alguna persona sentimentalmente. Las veces que entraba a su cuarto me daba un desespero por salir, cuando hablaba con ella sentía que no teníamos buena comunicación y pensé por momentos irme a vivir a otro sitio. Una tarde que ella estaba en la universidad y que yo había llegado del trabajo después de una noche donde la gente había estado muy agitada, como no podía dormir me puse a leer boca abajo un libro, cuando un momento a otro sentí que había alguien en el apartamento, de un momento a otro no me podía mover, vi entrar una sombra por la puerta del cuarto que se acercaba hacia mi, no me dejaba levantar la cabeza, me zumbaban los oídos, hacia fuerza para quitármelo de encima pero mi cuerpo no me respondía, por primera vez presenciaba la fuerza descomunal de un alma demoníaca, y deje de ser escéptico a los problemas de las almas en pena, y un dogmático acerca del infierno, pero dicen por ahí que el demonio gano una batalla importante al hacer creer al hombre que el infierno no existe.

Le comente a Paola lo que estaba sucediendo, inicio su relato del desencadenamiento de sus desgracias.
-La Familia de mi ex novio no estaba recuerdo con nuestro noviazgo, querían que se casara con su ex novia de cuatro años de unas de las familias más influyentes de la costa Atlántica, y se intervinieron de una manera que comencé a sentirme débil, anoréxica, somnolienta, elevada de tal manera que una vez casi me atropella un carro yendo a la universidad por eso deje de salir sola a la calle, busque ayuda con una mujer recomendada por una amiga de mi mama, la cual me dijo que me habían hecho brujería y desde ese tiempo siento que hay alguien conmigo todo el tiempo. Se me pierden las cosas, encuentro mis instrumental doblado en sitios donde nunca los hubiera colocado, y lo más aterrador es que en las madrugadas me siento excitada, siento que me hacen el amor de una manera muy violenta, amaneciendo con dolores en todo mi cuerpo-dijo, y se puso a llorar- gracias a ti no me siento tan solo, y desde que estas aquí me siento con fuerzas- me dio un abrazo y termine diciéndole: -No te preocupes que para eso somos los amigos.

Sabe que lo estoy sintiendo. Entre mas temor le demuestre mas se va aprovechar de mí. No se conforma solamente con saciarse del cuerpo de Paola, sino lo que verdaderamente desea es fornicar con ella dentro de un cuerpo de un ser terrenal, no lo puedo dejar. Una vez lo deje no me va regresar mi cuerpo, y estaré en el purgatorio por el resto de mi eternidad. Me estoy ahogando, no puedo respirar. Unos minutos después esta caminado al cuarto de Paola, se mete en las cobijas, y ella comienza a gritar.

Pelao

Thursday, November 08, 2007

Fratelli Guastalla

Con la curiosidad que un gato se aproxima a un extraño abrió la caja Sofía, mientras su padre la miraba sigiloso, expectante, recordando las horas de sacrificio que había invertido en su regalo. Los ahorros de seis años, las ilusiones de su humilde familia, todo lo que tenía lo había dedicado sin arrepentimientos en su obra, solo para complacer el último deseo de su esposa Fiorella. Ella murió días antes de que Alfredo comenzara a fabricar el regalo de Sofía. Siempre estuvo segura que algún día su hija los sacaría de la miseria, pero para ello necesitaría una herramienta acorde a su talento.

La familia Guastalla vivía en la Región Emilia, al norte de Italia. Un pueblo de paisaje áspero y medianas lomas, entre Parma y Modena, con los Alpes a las espaldas. Los inviernos eran oscuros, de días fríos, suave lluvia y atardeceres de viento helado que bajaba cortante procedente de los serios picos nevados de la enorme cordillera. La vida era pobre en la Región Emilia, escaseaba el trabajo y los vecinos no sabían si habría un plato caliente en la mesa al ponerse el sol. La guerra terminó y los pocos hombres que regresaron se dedicaban a la caza, la tala o simplemente al cultivo propio. Alfredo era diferente, tenía un talento, trabajaba la madera como pocos y su apellido era nombrado en varios pueblos vecinos. Oficio de familia que había heredado poco antes que naciera Sofía. Dos años después emprendió un viaje donde miró la muerte a la cara mientras peleaba contra una nación de paradero desconocido, y es que de muy temprana edad cambió los libros por el cincel.

La luz de candil era tenue, suficiente para alumbrar la mesa de pino donde yacían unos restos de pan, un cuchillo de mango negro de goma y el regalo de Sofía. Sus rizos negros se descolgaban golpeando sus mejillas blancas, su risa paralizaba a su papá. La caja era sencilla pero robusta y al abrirla el olor a barniz quiso marearla. Dejó escapar una sonrisa, Alfredo ya lloraba cuando su hija le dijo que era el violín más bonito que jamás había visto. La tapa de Pino Silvestre, marrón rojizo viejo le recordó a la caja en la que dormía mamá. Las clavijas, el cordal y diapasón de ébano como la tierra que la cubría. El alma había sido pulida por Alfredo todas las largas noches solitarias mientras Sofía dormía durante 6 completos años. El primer violín terminado fue marcado con la frase Fratelli Guastalla Liuta. Alfredo en Reggiolo Emilia, 11 de noviembre de 1925. Sofía cumplía 12 años, vagamente recordaba a su madre pero la sentía apoyada en su hombro cuando empuñaba su arco.

Cuatro años después Alfredo enfermó. La música de Sofía había atraído a los más ricos mercaderes de Europa, todos querían un Guastalla Liuta, así era como ya se le conocía a los violines que fabricaba el humilde carpintero. Murió una tarde de verano. El sol mojaba el cielo de un naranja triste. El sudor recorrió la espalda de Sofía toda la noche mientras despidió a su papá con el violín al hombro, y su mamá recogía sus lágrimas.

Veinte años pasaron y el violín no dejó de llorar. Sofía embarcó en La Veloce. Era un jueves amargo de 1949. En sus manos su Guastalla y rumbo Venezuela. Los gritos incesantes, pañuelos al viento de las madres que lloraban por sus más valientes que embarcaban en el vapor en busca de un mejor futuro. Atrás quedó el olor a pino de la carpintería de papá. Los años pasaron y el Guastalla de Sofía entonó las mejores melodías en los escenarios más grandiosos de todo el continente. El arco se deslizaba sobre las cuerdas con la misma gentileza que Fiorella acariciaba a Alfredo. En las noches Sofía lloraba y el violín la confortaba hasta que comenzaba a soñar. Fue el 17 de febrero de 1975 cuando la niña de mejillas blancas y pelo rizado abandonó su violín con sus ojos negros abiertos para no olvidarlo jamás.

Doce años de polvo, olvidado en el fondo de un desván, entre colchas, almohadas y una bicicleta sin frenos. Sobre él habían pasado los diplomas de ingeniería, el puzzle de 1000 piezas al que le faltaron siempre 3 de ellas. El olor a naftalina lo mantuvo con vida, soñando con sus días en Emilia, su viento seco y la risa de una niña que quería ser mayor para aprender a tocar, algún día, el cielo con su música. La oscuridad indecisa, la soledad desesperada y dos cuerdas que se rindieron.

Una mañana Nelly abrió la caja y sintió el mismo viento helado. Su hija Lía tocaba el violín desde los cuatro años y éste era el regalo perfecto para su decimosegundo aniversario. No dudó en comprarlo a precio de mercado de barrio, sin saber, claro, el valor de esa obra maestra. Pero el tiempo pasó y el Guastalla dormía aburrido en los pies de la cama mientras la joven veía correr las horas sin prisa.

Cumplió dieciséis años y sus padres se marcharon. Miró por primera vez con tristeza el violín que al tocarlo la acercaba a sus seres más queridos. Su compañero inseparable se convirtió desde ese momento, y su música entusiasmaba a los niños. Le llamó Julián. Ese era el nombre que Alfredo y Fiorella habían elegido para su hijo que murió antes de ver los grandes ojos negros de Sofía.

Desde ese día el Fratelli Guastalla Liuta no ha dejado de llorar. Música etérea, elegante, sofisticada y triste al mismo tiempo. Lía mueve sus dedos, nunca sonó igual. Alfredo y Fiorella se besan de nuevo. Sofía juega a ser niña. Mientras que orgullosos, Juan y Nelly respiran la melodía de su hija Lía, desde el alma del Fratelli Guastalla la siguen amando.

Joaquín Duro

El viaje

El avión tocó tierra a las 11 de la noche hora local. Era viernes, pero en Sydney el reloj marcaba ya la una de la tarde del sábado. Había perdido la cuenta de las horas que llevaba viajando, y sobre todo el tiempo que llevaba sin dormir. Se sentía pegajosa, con el dolor de cuello típico que tenía cuando viajaba semanalmente a Singapur. El aire caliente y la humedad le golpearon en la frente, dejándola aturdida al abrirse las puertas de la Terminal A del aeropuerto. Sintió una necesidad inalterable de sentarse, pero bastó con una bocanada de la polución que descansaba en el aire para recuperar el sentido. Su pelo rubio, fino y liso estaba sucio y grasoso. Odiaba esa sensación en su cabello, le recordaba a los días de esgrima en casa de la abuela. Anhelaba una ducha fresca, quería dormir.

El cansancio no le dejó encontrar el autobús que la llevara hasta el hotel, a fin de cuentas prefería la comodidad de un taxi. No le importó que la engañaran en el precio, era la primera vez que visitaba la ciudad y se lo dijo al taxista nada más balbucear la dirección del hotel. Su compañía pagaría por todos los gastos, y su cerebro ya no daba para hacer más cuentas de cuanto podía gastar. La conferencia era temprano, al día siguiente, y para cuando llegó al hotel el reloj de la entrada ya daba las 12 y 10 de la media noche. Sonámbula, recibió la llave de su habitación y encontró de casualidad el ascensor que la llevó hasta su salvación, ya no aguantaba el sueño. Al abrir la puerta le llamó la atención el olor a menta. Le gustó esa sensación de frescura en su nariz. Cerró los ojos, respiró hondo y el frío de la habitación se le instaló en la parte externa derecha del cerebro. Dejó sus dos maletas junto a la silla y se quitó los zapatos. Las cortinas estaban recogidas junto a la pared y las luces de la ciudad iluminaban delicadamente el espacio. Encendió la luz, pero sintió dos puñales en los párpados. Apagó la lámpara y sus ojos descansaron de nuevo. Bajó la cremallera de su falda que quedaba en la parte de atrás, tardó dos segundos en deslizarse por sus piernas para terminar arrugada en sus pies adoloridos. No dejaba de observar el bullicio de la ciudad. El mar dormía mientras 4 luces lo navegaban gentilmente. Sintió la necesitad de salir al balcón y respirar el paisaje desde el piso 23. Las marcas de su sostén eran profundas en su espalda, sintió un gran alivio al soltarlo y dejarlo caer junto con la camisa. Tuvo miedo de quedarse dormida, no podría faltar a la conferencia, por eso antes de salir al balcón, puso la alarma de su teléfono móvil. Casi desnuda, sintió una incomodidad por el roce de las bragas. No tardó en quedar desnuda y salir al balcón a investigar la ciudad desde la altura. El sueño y el dolor en los ojos no le dejaban enfocar bien las luces de la inmensa jungla.

Abrió la puerta del balcón y el golpe de humedad le afectó de nuevo. Dio dos pasos y se agarró a la barandilla. Sintió que el suelo se acercaba, o que ella bajaba 10 pisos de golpe. Lo más probable es que fuera el sueño o la humedad, y ahí se dio cuenta que necesitaba una ducha inmediatamente. Entró en la habitación y fue directa al baño. El agua tibia bajaba por su cara y formaba una cascada que golpeaba sus senos. El roce de sus manos por su cuerpo le trajo a la memoria el tiempo que llevaba sin sentir un hombre. Pensó que dormiría tranquila después de saciar su sed en la cama con sus dedos. El pelo se oscurecía con el paso del agua, que se deslizaba por su espalda, contorneaba su mayor orgullo físico, para terminar recorriendo sus piernas y perderse en la ducha. Terminó de enjuagarse, pero no quiso secarse todo el cuerpo, quería sentir el frío de la habitación en su piel. Apagó la luz del baño y quedó casi a oscuras en su cuarto. La volvió a prender para buscar su teléfono antes de meterse en la cama y un grito de mujer la sacó de su somnolencia. Una pareja, totalmente desnuda, dormía en su cama. Desnuda ella también, gritó mientras el extraño la miraba de arriba abajo con una leve sonrisa. Se sorprendió al no sentirse incómoda por la mirada, pero no comprendía como habían llegado hasta su habitación estas dos personas.

Gritaban las dos mujeres a la misma vez. Ellas alegaban que ese era su cuarto. El hombre solo miraba a la intrusa y tras unos segundos le puso la mano a su mujer en el muslo para intentar calmarla. Ella lo miró, la complicidad de la pareja se advirtió en sus ojos. Mientras tanto la intrusa señalaba sus maletas para confirmar que esa era su habitación, pero los bultos no estaban allí. Explicó lo sucedido. Entró a la habitación, se quitó la ropa, aunque ésta había desaparecido. Salió al balcón. Abrió las puertas para explicarlo mejor. Salió desnuda, la otra mujer la siguió. Una vez en el balcón, vio una puerta igual a la que acababa de abrir. Se asomó y vio su ropa en el suelo en el cuarto de al lado.

Las habitaciones compartían balcón. Avergonzada, se giró para pedir una disculpa a su vecina. Las dos desnudas en el balcón intentaron sonreír, pero el viento y la noche hicieron que sus labios se juntaran. El hombre recibió a su compañera, y de la mano le acompañaba la rubia australiana. A las 8 de la mañana del sábado sonó su teléfono. Sintió un gran escalofrío. La sensación de satisfacción la abrumaba, era la primera vez que experimentaba algo así, y le había encantado. Sintió la cama fría, el calor de horas atrás había desaparecido al igual que sus vecinos. Levantó la mirada y vio sus maletas junta a la silla, su falda en el suelo junto a sus bragas. Su camisa descansaba en la alfombra, justo donde la había dejado la noche anterior en su propia habitación.

Joaquín Duro